
(el correo digital)
Cristiano, Benzema y Kaká se quedaron sin brillo gracias al eficaz trabajo de la defensa rojiblanca
Las estrellas blancas sufrieron ayer un eclipse en Bilbao. Se quedaron sin brillo gracias al impecable y eficaz trabajo de la defensa y el centro del campo -qué decir del muro Gorka Iraizoz- del Athletic. Ni Kaká, ni Cristiano Ronaldo, tampoco Karim Benzema -que ayer tenía la oportunidad de reivindicarse, de ganarse un puesto en el 'once' por la lesión de Higuaín-, casi 200 millones de euros entre los tres sobre el césped, refulgieron sobre el césped de San Mamés.
Nombrar a estos tres futbolistas, aderezados con otros hombres, como Xabi Alonso y Marcelo (luego Guti, que siempre pone un empeño especial en sus visitas a Bilbao), entre otros, provoca un escalofrío en cualquier oponente. Son futbolistas con pedigrí, que cuando cogen el balón sólo tienen un objetivo: matar al rival. Golear. Ayer, en cambio, no pudieron. En 'La Catedral' se fundieron. Y eso que los tres se empeñaron en masacrar al Athletic. Agua.
Benzema, con dos tiros antes del primer cuarto de hora, provocó los nervios en las atestadas gradas de San Mamés. Cristiano, mientras tanto, trató de hacer suyo el carril derecho del ataque blanco, en pugna con un Koikili que no se arredró en ningún momento. Ni el lateral vizcaíno ni sus compañeros rojiblancos que una y otra vez le ayudaban -el Athletic empleó este arma a la perfección para frenar las embestidas de los de Pellegrini- con el objetivo de suturar las heridas, sin sangre, superficiales que creaba el luso. Fue un partido en el que CR9 puso muchas fintas, demasiadas bicicletas, aunque se quedó sin cadena.
Tampoco anduvo fino Kaká. Lejos de su mejor nivel desde que llegó a la capital, en San Mamés siguió con ese mismo traje. Se trató de meter entre líneas, buscó huecos entre la tupida defensa rojiblanca, se ofreció... Pero la zaga local le ahogó. Aunque en algunos momentos, como la estrella que es, sacó lo mejor. Sobre todo en la segunda mitad, en el arreón final. Disparos lejanos, como en el minuto 68, cuando la pared Iraizoz realizó su enésima parada de mérito.
Sin interruptor
Pero ninguno encontró el interruptor. Se lo robaron los hombres del Athletic a base de raza, de colaboraciones, de anticipaciones... A Cristiano, de hecho, se le notó crispado en más de una ocasión. Malos gestos, impropios de un profesional de su clase. Un ejemplo; en la segunda mitad no llegó a un balón que se marchó por la línea de fondo del ataque madridista y, medio broma medio en serio, cogió el esférico e hizo el ademán de lanzárselo a un aficionado a la cara. Si hasta entonces le había silbado, tónica habitual en todos los campos que visita el de Madeira, a partir de ese momento parecía un concierto en su contra. Le tuvieron que pitar ayer los oídos a la madre del jugador más caro del mundo. Él fue el principal objetivo de las iras de la afición rojiblanca. Benzema, en cambio, fue para la madrileña. Estuvo negado e incluso estrelló un balón en el poste en una clara oportunidad de gol. El francés fue sustituido por Raúl, un hombre cuya brillantez del pasado se encuentra en declive. Igual que ayer les ocurrió a las tres estrellas blancas. Apagados.
Cristiano, Benzema y Kaká se quedaron sin brillo gracias al eficaz trabajo de la defensa rojiblanca
Las estrellas blancas sufrieron ayer un eclipse en Bilbao. Se quedaron sin brillo gracias al impecable y eficaz trabajo de la defensa y el centro del campo -qué decir del muro Gorka Iraizoz- del Athletic. Ni Kaká, ni Cristiano Ronaldo, tampoco Karim Benzema -que ayer tenía la oportunidad de reivindicarse, de ganarse un puesto en el 'once' por la lesión de Higuaín-, casi 200 millones de euros entre los tres sobre el césped, refulgieron sobre el césped de San Mamés.
Nombrar a estos tres futbolistas, aderezados con otros hombres, como Xabi Alonso y Marcelo (luego Guti, que siempre pone un empeño especial en sus visitas a Bilbao), entre otros, provoca un escalofrío en cualquier oponente. Son futbolistas con pedigrí, que cuando cogen el balón sólo tienen un objetivo: matar al rival. Golear. Ayer, en cambio, no pudieron. En 'La Catedral' se fundieron. Y eso que los tres se empeñaron en masacrar al Athletic. Agua.
Benzema, con dos tiros antes del primer cuarto de hora, provocó los nervios en las atestadas gradas de San Mamés. Cristiano, mientras tanto, trató de hacer suyo el carril derecho del ataque blanco, en pugna con un Koikili que no se arredró en ningún momento. Ni el lateral vizcaíno ni sus compañeros rojiblancos que una y otra vez le ayudaban -el Athletic empleó este arma a la perfección para frenar las embestidas de los de Pellegrini- con el objetivo de suturar las heridas, sin sangre, superficiales que creaba el luso. Fue un partido en el que CR9 puso muchas fintas, demasiadas bicicletas, aunque se quedó sin cadena.
Tampoco anduvo fino Kaká. Lejos de su mejor nivel desde que llegó a la capital, en San Mamés siguió con ese mismo traje. Se trató de meter entre líneas, buscó huecos entre la tupida defensa rojiblanca, se ofreció... Pero la zaga local le ahogó. Aunque en algunos momentos, como la estrella que es, sacó lo mejor. Sobre todo en la segunda mitad, en el arreón final. Disparos lejanos, como en el minuto 68, cuando la pared Iraizoz realizó su enésima parada de mérito.
Sin interruptor
Pero ninguno encontró el interruptor. Se lo robaron los hombres del Athletic a base de raza, de colaboraciones, de anticipaciones... A Cristiano, de hecho, se le notó crispado en más de una ocasión. Malos gestos, impropios de un profesional de su clase. Un ejemplo; en la segunda mitad no llegó a un balón que se marchó por la línea de fondo del ataque madridista y, medio broma medio en serio, cogió el esférico e hizo el ademán de lanzárselo a un aficionado a la cara. Si hasta entonces le había silbado, tónica habitual en todos los campos que visita el de Madeira, a partir de ese momento parecía un concierto en su contra. Le tuvieron que pitar ayer los oídos a la madre del jugador más caro del mundo. Él fue el principal objetivo de las iras de la afición rojiblanca. Benzema, en cambio, fue para la madrileña. Estuvo negado e incluso estrelló un balón en el poste en una clara oportunidad de gol. El francés fue sustituido por Raúl, un hombre cuya brillantez del pasado se encuentra en declive. Igual que ayer les ocurrió a las tres estrellas blancas. Apagados.