
El técnico acumula siete partidos sin ganar en Riazor, el estadio donde peor le reciben.
JAVIER ORTIZ DE LAZCANO |.- (el correo digital)
Augusto César Lendoiro (65 años) acostumbra a ponerse echo un basilisco cada vez que Joaquín Caparrós aparece por La Coruña. El club gallego es el único de España que vende un periódico en los quioscos, el 'DéporSport'. Desde esa tribuna, el dirigente gallego acostumbra a saldar cuentas.
Fueron célebres las dos portadas con las que recibió en las dos visitas anteriores al utrerano, que fue entrenador suyo entre 2005 y 2007. Una de ellas era un fotomontaje con el sevillano cuchillo en mano entreabriendo una puerta en el papel de Jack Nicholson en 'El Resplandor' de Stanley Kubrick. El antetítulo era todo un editorial: «El fútbol de terror que veía Riazor está otra vez aquí». La pasada campaña, el diario atacó de forma más sutil. «Vuelve el predicador», llevó a su portada. Esta vez los reproches son indirectos. Entre otras, el periódico reproducía las dos cubiertas que dedicó a los regresos del andaluz.
Riazor siempre ha sido una experiencia muy dura para Caparrós, que nunca ha ganado en este campo, en sus cuatro visitas anteriores con el Sevilla ni en las dos al frente del Athletic.
Con los rojiblancos, el balance era desastroso, 3-0 en la 2007-2008 y 3-1 en la 2008-2009. No sólo lo pasa mal Caparrós en el resultado. Las gradas, como Lendoiro, se acuerdan de él. Y no para bien, precisamente. El partido de anoche será recordado por la terrorífica imagen del tobillo de Filipe, lesionado de gravedad en el mismo momento en el que anotó el 1-0. La gente la tomó con Iraizoz y Caparrós. Al primero le silbaron cada vez que tocaba la pelota pese a que cayó sobre el brasileño de forma totalmente fortuita. Al segundo le insultaron de manera recurrente desde el fondo ocupado por los 'Riazor Blues' a partir de ese momento.
Quizá para quitarse el prejuicio del fútbol vulgar y poco delicado que le persigue, el Athletic optó por un fútbol de absoluto control en la primera parte. Fue un asedio que no encontró premio por la mala puntería de los rojiblancos, el gol incomprensiblemente anulado a Javi Martínez, otro de forma dudosa a Toquero y una gran intervención de Aranzubia en el último minuto de ese período. En la segunda parte, y ya con 2-1, hubo otra jugada para la polémica que perjudicó a los rojiblancos: un penalti de Aranzubia a Toquero que se resolvió con un feo detalle del portero, abroncar al atacante como si se hubiera lanzado a la piscina.
La mismas gradas que festejaron el triunfo como un gran éxito no lo tenían tan claro en la primera parte, en la que, en vista del apabullante dominio rojiblanco silbaron a su equipo. Los diez remates rojiblancos por apenas uno blanquiazul y el 60% de posesión para los visitantes pasaron factura en el ánimo de los seguidores gallegos.
Caparrós tuvo durante el choque un comportamiento desconocido en él. Algo impensable. Hubo muchos momentos durante el partido que vio sentado en el banquillo, una actitud que sólo se le ve también en Sevilla, su otro ex equipo de Primera. Allí, en todo caso, le reciben con gran estima. Sólo recuperó su ser cuando el central Colotto anotó en propia meta el 2-1 y el Athletic se encontró de nuevo con opciones de puntuar. Desde ese momento y hasta el definitivo 3-1, volvió el Caparrós de siempre, al que hay que sujetar para que no entre al campo.
En el otro lado, Lotina daba paseos de lado a lado apesadumbrado por la lesión de Filipe Luis, grave para su equipo y para el club, que contaba con traspasarlo a final de curso por 15 millones de euros para paliar su gravísima situación económica. Muy afectados por lo sucedido, los jugadores del Deportivo celebraron sus goles levantando al cielo sus manos y marcado el número tres, el del brasileño.
Como en sus anteriores visitas con el Athletic, Caparrós se fue con tres goles en la mochila. Si, como espera Fernando García Macua, renueva por una campaña, la próxima temporada tendrá la oportunidad de vengarse. Por el momento, sólo se ha llevado disgustos de Riazor.